PERIODISMO

CIUDAD VALLES Y LA HUASTECA
Julián Díaz Hernández

CRÓNICA

Los estacionamientos repletos de las farmacias y del banco de enfrente de la Glorieta Hidalgo empezaban a dar cuenta de lo evidente, con las calles adyacentes sucedió lo mismo; sus ocupantes ya habían abarrotado la rotonda y los que permanecían al volante le daban vuelta en sus vehículos pintados de “campeones”, haciendo sonar los cláxones y la música, lanzando porras y ondeando banderas.

   Y la gente seguía llegando ese anochecer del 16 de diciembre de 2018, sin cumplirse siquiera una hora de aquel segundo gol de Edson Álvarez que al minuto 90 -prácticamente- selló el triunfo en la final del Torneo Apertura 2018 y con ello el décimo tercer campeonato del América, el tercero conseguido sobre el Cruz Azul (equipo al que más títulos le ha ganado). Los hechos estaban a la vista: “Las águilas” son los dueños de la afición futbolera vallense.

   Ya en el sitio de la celebración la euforia era tan incontenible, que contagiaba y embargaba: Abrazos, brincos, burlas, cantos, fotografías, gestos, gritos, palmadas, saludos y vueltas; banderas (bastantes banderas), bufandas, chamarras, cohetes, estatuillas, gorras, matracas, playeras (demasiadas playeras), sombreros, teléfonos (muchos teléfonos), y hasta un “caballero águila”, un “enmascarado americanista” y un perro “vestido de águila”, que acapararon las gráficas.

   Pero las miradas de la noche se concentraron –primero- en la alberca que los osados improvisaron en la zona de la fuente, y sin importarles lo frío y sucio del agua, se lanzaba clavados de frente y de espalda, como fuera, todo con el fin de sumarse a la celebración y mostrar su contento; luego hicieron partícipes de su ocurrencia a los más cercanos, con el respectivo salpicón gélido.

   Después, la atención se centró en el monumento a Miguel Hidalgo, cuando otros atrevidos hicieron escalera humana para permitir que uno de los aficionados pudiera subir hasta lo alto de la estatua, y luego le pasaron una bandera del América, que ondeó en lo alto; la ocurrencia tuvo su precio, cuando de bajada y en un afán de sostenerse para no caer, se aferró a la oxidada base de una inservible lámpara, que se vino encima suyo, sin que nadie saliera lesionado.

   La única herida, mucho más grande y significativa, que tardaría muchas semanas en sanar –por lo menos hasta que llegó el otro torneo- fue la de los aficionados del Cruz Azul, que cumplían ya 21 años sin obtener el campeonato desde 1997 ante el León: Se lo había arrebatado Pachuca (1999), Santos (2008), Toluca (2008), Monterrey (2009), y América (2013 y 2018), convirtiéndolo entonces en el jocosamente llamado “subcampeonísimo” de México con un récord de diez ocasiones de derrota.

 

      

                   

 

    

 

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