TURISMO

CIUDAD VALLES Y LA HUASTECA
Julián Díaz Hernández

Y cuando ya parece que se ha visto todo en Mantezulel -con sus más conocidas grutas “La luz de sol” y “Espíritu santo”- su gente nos lleva hasta otra cueva que forma parte de este amplio complejo: “El aguacatillo”, que toma su nombre por los árboles del mismo nombre que circundan parte del sendero. Desde la recepción (en la entrada a la localidad) avanzamos unos 800 metros entre un paisaje de café, plátano, y palmilla, aderezado por el canto de los gallos y el trinar constante de los pájaros. 

   La variedad de su flora surge por la diversidad de mariposas, colibríes, abejas y murciélagos, que proporcionan un gran servicio ambiental a los campesinos, al polinizar las flores de varios árboles frutales. Complementariamente, los quirópteros previenen la explosión de plagas de insectos que pudieran afectar los cafetales; y la cobertura vegetal permite el recargamiento de los mantos acuíferos, evita la erosión del suelo y los posibles derrumbes o deslizamientos de lodo.  

   El sendero en ascenso por una escalinata de piedra nos obliga a hacer un breve alto cuando llegamos al cruce que conduce –a la izquierda- a “Luz de sol”. Hay que seguir a la derecha, por un camino que se suaviza por la hojarasca, pero que en ciertas épocas del año también puede exceder en humedad y obliga a transitarlo despacio; máxime porque metros adelante la entrada al lugar aparece como de la nada, apenas al doblar una curva a la derecha, casi escondido entre la vegetación.

   Cuando quedamos frente a la entrada empezamos a maravillarnos por sus formaciones raras, principalmente por piedras que se han desprendido de la bóveda; algunas todavía permanecen sueltas, por lo que resulta peligroso intentar subir por ellas. Nos adentramos por un estrecho pasadizo que nos lleva a una cámara enorme, desde donde podemos observar las elevaciones de casi 40 metros, que regularmente se utilizan para la práctica del rapel.

   Más arriba, por un camino angosto que obliga a andar despacio, podemos entrar a cavernas más pequeñas pero no por ello menos hermosas, pues las estalactitas y estalagmitas por doquier, forman “paisajes” sorprendentes que nos maravillan y dan una idea de la paciencia que tuvo la naturaleza para crear al paso de los años estructuras que mueven a la imaginación, llamándonos a observarlas durante minutos, iluminándolas con nuestras linternas, en el entorno fresco de la caverna.

   Por ello, la próxima vez que acuda a Mantezulel, considere la posibilidad de acudir también a “El aguacatillo”, que dentro del complejo de cuevas, también tiene lo suyo para hacer que el recorrido completo –con un guía experto de la comunidad- bien valga la pena. Eso sin olvidar la experiencia que se puede vivir desde las alturas, en el descenso, utilizando el equipo especializado y con el asesoramiento de alguno de los prestadores de servicios de los alrededores. 

 

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