Ubicadas a tan solo dos kilómetros de la cabecera municipal, las Cascadas de Tamasopo forman parte de las aventuras turísticas de varias generaciones de vacacionistas, no solamente huastecos sino de muchas parte del país y del mundo; acercándose al medio siglo desde su apertura, el atractivo natural es uno de los más legendarios en la región y al mismo tiempo de los más concurridos.
Le favorece que el transporte público desde Ciudad Valles los deja en la puerta de entrada, o desde Tamasopo puede llegarse en auto de alquiler y hasta caminando; para quienes arriban en vehículos particulares, los amplios estacionamientos para automóviles y autobuses son el primer contacto con la funcionalidad, a la que se añaden servicios sanitarios, puesto de primeros auxilios, guarda equipaje, regaderas, así como hamacas, bancas y sillones.
Tras el acceso, el contacto con la naturaleza está apenas a unos metros, con la pequeña playita que antecede a las caídas principales, ofreciendo profundidades de dimensiones diversas para que la gente de todas las edades y capacidades se divierta por horas sin limitantes. Los andadores en piedra, que cruzan a veces puentes colgantes y de madera, llevan a otras cascadas con sectores más hondos, donde el chaleco salvavidas ya es obligatorio.
En esos sitios sobresale la “poza del mecate”, llamada así por el uso de una reata desde donde los avezados pueden columpiarse hacia el centro del agua, enfrente está el trampolín, y más arriba el mirador “El querreque”, en referencia al pájaro carpintero que a su vez dio nombre al famoso huapango huasteco; desde las alturas puede divisarse todo el panorama lleno de verdor y algarabía.
Formadas por el hombre pero esculpidas por el correr del agua, dentro de la corriente es posible observar un pie enorme, justamente en las zonas bajas, y más adelante un corazón. En ese caudal cristalino, también es factible visualizar en la poca profundidad el correr de cardúmenes, y en el exterior el revoloteo de aves endémicas: Cormoranes, zanates, “luisitos”, y hasta garzas y quilas (pequeñas y escandalosas cotorras de la región).
Durante el recorrido, resulta interesante detenerse en las viejas ruinas de una molienda, que un siglo atrás utilizaba la fuerza del agua para el procesamiento de caña, y que ahora solo es parte de la peculiar escenografía que embellece el paraje. Con la habilidad que caracteriza a la especie, un fuerte higuerón creció ahí, aprisionando la edificación en piedra que antes fue un acueducto, formando una atractiva fusión entre naturaleza e ingenio humano.
El agua sigue cayendo por doquier, ofreciendo muchas alternativas de estancia y contemplación para el visitante, pero si el requerimiento gastronómico ha llegado, las opciones de alimentación también son variadas y están por todas partes en el interior: Desde desayunos típicos, pollos asados, carnes, tacos, tortas, salchichas, y mariscos, hasta los postres y diversas bebidas; sin faltar la tienda de recuerdos.
A una hora de Ciudad Valles y a tres de San Luis Potosí, con acceso por carretera estatal, federal y autopista, las Cascadas de Tamasopo son un alto infaltable en la visita a la Huasteca Potosina, y muchas veces representan el primer contacto del turista con nuestra región, una puerta de bienvenida que no podía estar mejor simbolizada en este municipio, dónde su significado de “lugar que gotea” o “agua que cae” lo representa a cabalidad cada bello espacio.