Desde Ciudad Valles hasta el ejido “Los Sabinos” hay que recorrer 15 kilómetros al norte, primero sobre la carretera federal (85) al Mante; una vez ahí, se avanza hacia la derecha hasta llegar a la salida sur del ejido. Aún hay que ir 3 kilómetros hacia adelante: Ya sea en bicicleta, caminando, o para quienes prefieran evitar la fatiga, pueden avanzar un poco más en los vehículos auto-motores.
Pero como hasta la mera gruta los automóviles no llegan, entonces sí no hay otra alternativa que usar los biciclos o continuar a pie hasta la entrada misma, donde las enormes rocas se abren de par en par, como invitando al visitante a la expedición. Es difícil resistir la tentación de internarse lámpara en mano hacia el laberinto de humedad y sombras.
El espectáculo de las caprichosas formaciones de las estalactitas y estalagmitas (como la figura que asemeja un pterodáctilo sobre el techo, o la tortuga, en el suelo) bien valen los resbalones continuos y el riesgo por el excremento del vampiro, al que solo hay que evitar mientras se pisa. No hay víboras, tarántulas, ni otras alimañas; cuando mucho un despistado ciempiés que haya abandonado su lóbrego refugio.
La linterna es el instrumento esencial, pero nunca está de más un par de guantes y un casco; se pueden tomar fotografías, pero su calidad dependerá de un buen flash y un sistema de alta sensibilidad a la luz. Para las grabaciones en video es pertinente cuidar en exceso la cámara para que no la dañe la humedad y hacer uso de la función “night shot” para captar mejor en la penumbra.
Son varias las cavidades a observar en la cueva, pero sin olvidar nunca el extremar la seguridad, pensando sobre todo en que las condiciones del terreno dificultarían un rápido rescate en caso de algún accidente. Cuando ya se amerite un buen almuerzo, es preferiblemente que sea ligero porque el andar no ha concluido; también es menester hidratarse lo suficiente para emprender –si se desea- el segundo recorrido.
El nuevo andar implica ir más allá de un kilómetro sobre la intrincada ruta de un arroyo seco: Al pie de elevados cañones, arrullados por un concierto de la naturaleza a través del canto de las aves, el camino es dificultoso, sorteando las lajas con resbalosa lama y reductos de agua. La vegetación abundante en las alturas evita el sol pero un descanso es obligado debido al ejercitado avance, que al final nos lleva al “Sótano del arroyo”.
Con sitios como éstos, el municipio de Valles busca crear una diversificación en lo que a atractivos naturales se refiere, al tiempo de fomentar el eco turismo, y fortalecer el gusto de los paseantes por otras alternativas como el senderismo y la observación de aves. La intención es que en poco tiempo “Las grutas de Los sabinos” alcancen la misma notoriedad en los mapas de los visitantes como ya ocurre como con otros concurridos sitios.