TURISMO

CIUDAD VALLES Y LA HUASTECA
Julián Díaz Hernández

Por allá a lo lejos miras una pequeña casa perdida entre el verdor de la vegetación y la inmensidad del abismo, entre cuya enormidad la niebla desciende de a poco y su blancura permite distinguir más el vuelo de las aves, debajo de nosotros; estamos a más de medio kilómetro sobre el nivel del mar, y la misma brisa que mueve el lábaro monumental de México y las banderolas cercanas, también nos acaricia el rostro.

   MIRADOR ESCÉNICO “LA HUERTA”

Nos ubicamos en el mirador escénico “La Huerta”, sobre la ruta federal 120 que lleva de Xilitla (San Luis Potosí) a San Juan del Río (Querétaro), apenas a unos metros de donde surge la calle que lleva al afamado Jardín Escultórico de Edward James. Pero el nuevo sitio se distingue por sí solo, comenzando con un estacionamiento funcional, que antecede a un edificio donde junto con el colorido sobresale la imaginación. 

 

   Esa misma inventiva de sus creadores, propició que lo más importante del lugar sea precisamente lo que ya no se ve: Un viejo y maloliente basurero a orillas de la carretera, que representaba la primera mala imagen al visitante que llegaba al Pueblo Mágico. Hoy, ya nada queda de esa deplorable estampa, y –por el contrario- la gente arriba a cada momento para aprovechar la privilegiada perspectiva. 

 

   A la par con la infaltable fotografía, adentro del mirador escénico “La Huerta”, el resto de los sentidos humanos termina por saciarse, comenzando por la belleza de las artesanías que ahí se expenden, que a la par del resto de los productos –como el café y el chocolate- representan un eslabonamiento de producción con los creadores de la zona, para fortalecer (todos juntos) la economía de cada emprendimiento. 

 

   En la cocina, en el bar, y –no se diga- en la zona de postres, la creatividad fluye para traducirla en sabrosos platillos, bebidas, y snacks, cumpliendo las peticiones de los demandantes paladares, exquisiteces que se degustan mientras la charla se desgrana al paso de los minutos, que bien pueden convertirse en horas gracias al arropamiento natural inigualable. 

 

Y EL COMPLEMENTO PERFECTO

 

Y si la noche te cubre y necesitas quedarte, “La Huerta” ofrece el complemento perfecto, con un prestigio que la ha distinguido por años de excelente funcionamiento: “La Villa Ecoturística”, una estancia donde la vegetación te recibe –literalmente- con los brazos abiertos, y te acuna en frescas y elegantes cabañas, entre árboles y jardines, con la tranquilidad apenas rota por el caer del agua (en una zona donde suele llover).

 

  

   Tras un descanso envidiable -con olor a madera y a follaje- el cuerpo está listo para recuperar energías gracias a un suculento desayuno en el restaurante de la villa, atisbando (mientras almuerzas) la belleza característica de la encantadora Xilitla, con sus callejuelas y viviendas entre la montaña, donde el surrealismo se entrelaza con el verdor y llama a caminatas y aventura. 

 

SENDERISMO EN EL PARAÍSO

 

Y es justamente en sus jardines donde el andar comienza, en un interesante recorrido guiado para conocer –en voz de un especialista- cada una de las especies que forman ese paraíso: Cordilín, manto rojo, galatea, costilla de Adán, azucena, higuerillas, y (la sorprendente) orquídea pulpo, solo por citar algunas; la mayoría de ellas combinando hermosura con propiedades medicinales.

 

   El trayecto se corona con una experiencia incluyente en la zona de reproducción, donde te vuelves partícipe de esa relevante tarea de reforestación, y convierte en realidad el lema plasmado a la entrada: “Cuidar el medio ambiente es cuidar la vida misma”, que –no por nada- otorgó a la villa el “Reconocimiento a lo mejor del emprendimiento de turismo sostenible en México”.

 

 

   Revitalizados con un cálido té de zacate limón y esencias –servido en peculiares vasijas- concluimos el senderismo con otro sorprendente reflejo del aprovechamiento de las áreas: La simbiosis entre montaña y tienda, arribando al expendio, donde parte de la sierra sirve de pared, mientras decidimos qué llevarnos entre café, licores artesanales, mermeladas, conservas, miel, chocolate; y artesanías textiles, en barro y madera.

 

 

 

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