PERIODISMO

CIUDAD VALLES Y LA HUASTECA
Julián Díaz Hernández

REPORTAJE

En la década de los ochentas, varios niños de la colonia “Vistahermosa” ansiaban crecer de manera normal, tener una educación accesible y desarrollarse alejados de la perturbación moral. Las aspiraciones parecían difíciles: La escuela más cercana estaba lejos y la proliferación de prostitutas y dipsómanos era cosa de todos los días. 

   Los pequeños tenían -sin embargo- una esperanza, porque enmedio de aquella fama de los prostíbulos “El Brasilia”, “El Dos Equis”, y “La Selva”, la iniciativa de varias madres de familia se resistía a ser desplazada por el inframundo. Querían una escuela y la iban a conseguir a como diera lugar; tenían para eso un aliado: El maestro Juan.

DEL CAMPO A LA CIUDAD

El profesor Juan Gómez Hernández había iniciado su trabajo años atrás en el municipio de San Martín, y aunque ya había pedido su cambio a Valles, lo único que alcanzó fue una asignación a la escuela del ejido “Las Huertas”. Establecido ahí cuando la ebullición política local de 1988, solicitó varias mejoras a aquel olvidado plantel rural.

   Con sus viejos dotes de compositor y su afición por la música, le organizó una recepción al priísta Antonio Esper Bujaidar; así empezó a pedirle cantando a los políticos y a cosechar frutos gracias a las canciones. El candidato ganó la alcaldía y como consecuencia la institución recibió innumerables apoyos. 

   Pero el maestro Juan quería estar en Valles; insistió y le dieron solo tres opciones: Los ejidos “Zaragoza”, “Coyoles”, o fundar una escuela en la “Vistahermosa” (donde las madres de familias pedían educación para sus hijos). Se decidió por lo último, porque ningún colega suyo -con todo y su antigüedad- se animaba a crear un plantel. 

   “Aquí en la colonia (Vistahermosa) hubo tres personas que siempre tuvieron el deseo de contar con una institución de educación primaria; fue la señora Gloria Castillo, la señora Francisca Zúñiga y la señora Felicitas Ramírez”. Recordaría –en entrevista y reviviendo de nuevo la emoción- el profesor Gómez Hernández.

   El maestro y las mujeres llevaron su inquietud ante la supervisora de la Zona Escolar 092, Narcisa Ocaña Sánchez, y de ahí plantearon la solicitud de una donación de terreno al Ayuntamiento; con el otorgamiento reunían el requisito establecido por la Secretaría de Educación.      

   Sin embargo, el inicio de clases el 1 de septiembre de 1989 no fue como la población infantil de la colonia lo hubiera imaginado en sus sueños de superación. “Los primeros días de clase trabajamos en la casa de la señora Gloria Castillo, pero era un poquito incómodo por ser una casa particular”.

   El profesor Juan Gómez Hernández rememora que la mencionada situación “despertaba un poco de intranquilidad entre los padres de familia, y optamos por acudir a la presidencia municipal, y nos dieron la oportunidad de tomar las instalaciones del Brasilia”.

   Se gestionó aprovechar la reciente clausura del -otrora- popular "Brasilia", y ni esas fantasiosas mentes infantiles habrían pensado que en el sitio donde dos años atrás se distribuía alcohol a raudales y se ofrecía sexo al mejor postor, estarían aprendiendo a leer y a escribir, tapando con cartones los hoyos entre las paredes.

 LA CANCIÓN QUE CONMOVIÓ

 El contacto de años pasados con el alcalde Esper, dio como resultado que en mayo de 1990 éste buscara al profesor para pedirle que compusiera una canción que hablara del programa federal “Solidaridad”, porque estaba en puerta la visita del presidente Carlos Salinas de Gortari.

   Recordando los viejos tiempos, el profesor Gómez Hernández y sus alumnos pensaron que sería una buena posibilidad de requerirle algún apoyo para la precaria escuela. Semanas después la canción “Solidaridad” quedaba estaba escrita, y la emoción e ilusión eran inocultables.

   Pero minutos antes de aquel acto presidencial del 6 de junio de 1990, las aspiraciones de 70 niños, de sus maestros y de toda una colonia, se vinieron a tierra: “Nosotros armamos la canción y llega el 6 de junio, hay una verbena popular, y resulta que desde las 5 de la tarde nos notifican de que no nos van a dar oportunidad de participar”.

   “Yo ya tenía los niños listos (pues) ilusionados porque le iban a cantar al presidente. Llevábamos 70 niños y resulta que nos notifican de que siempre no, porque en la verbena popular solo iban a participar Bellas Artes de San Luis Potosí y Toño Zamora”; evoca.

   No era momento de darse por vencidos, el maestro Juan con informes y solicitudes en la mano pidió "raid" a tres camionetas, animó a sus muchachos a ir, cargó con un viejo acordeón amarrado que pendía de su cuello por medio de un mecate amarillo, y subió su esposa (y también profesora) María Isabel Juárez, "armada" con una vetusta guitarra. 

   Llegando a la plaza (donde era la verbena) volvieron a relegarlos con el argumento de que los planes habían cambiado. Pero el -afortunado- empecinamiento del profesor Gómez no conocía límites: “Pues yo escogí a niña más hábil y le di la carpeta con el informe gráfico…” 

   “Y le dije; Mira, aquel es el señor presidente, intenta llegar hasta él, y entrégale esta carpeta, y dile que aquí están tus compañeros y que le queremos cantar una canción". La alumna cumpliría a medias la encomienda. Faltaba un metro para llegar al mandatario cuando un guardia la detuvo y la condujo abajo del estrado, 

   "El señor presidente alcanzó a ver a la niña y él la llamó, ya la niña se acercó, le entregó el informe gráfico y le dijo que ahí estaban sus compañeros con su maestro y que le queríamos cantar una canción; y el señor presidente dio la orden de que nos dejaran cantar".

    Habían transcurrido unos instantes de aquel incidente insignificante, cuando el hecho mismo estaba ya convirtiéndose en trascendente: Desde el micrófono, el maestro de ceremonias pidió al numeroso grupo que subiera y se acomodara en el escenario del acto. 

   “Y de repente, fuera de programa, el locutor pidió que se atendiera una petición de unos niños de una alejada colonia de Ciudad Valles, y él hizo saber que esos niños venían encabezados por su maestro, pero que su petición la querían hacer con una canción”, señalaría después en un discurso el propio Carlos Salinas de Gortari.

   Había llegado el momento esperado: Cantarle al presidente de la república. “Suena la guitarra, suena la guitarra, yo quiero cantar; la alegría que siento la quiero expresar, que mi canto sea, que mi canto sea, prueba de amistad; para el señor presidente, que hoy con nosotros está...”

   Y Salinas intercambiaba comentarios con sus acompañantes; con su pierna cruzada sobre la otra. Tranquilo, para absorber el emotivo y sincero mensaje, que así recordaría un año después. “Y con palabras sencillas, esos niños hablaron desde lo más profundo de su corazón e hicieron saber que tenían necesidad, pero también había voluntad”.

   Entre tanto los pequeños seguían cantando, sorprendiendo, embelesados; sin nervios, en lo suyo. “Solidaridad, (solidaridad); Solidaridad (solidaridad); del gobierno lema es. Justicia social (justicia social), al pueblo llevar (al pueblo llevar), por México trabajar”.

   “México contento con su presidente celebrando está, que a la clase humilde progreso le da; por eso hoy en Valles las colonias pobres le quieren cantar: No nos olvide Salinas, venga Solidaridad”. La guitarra continuaba sonando, al parejo con el coro infantil que en esa peculiar manera continuaba sus peticiones.

   “Nos falta agua y luz (nos falta agua y luz), drenaje también (drenaje también), y las calles arreglar; queremos progreso (queremos progreso), señor presidente (señor presidente), viva Solidaridad”. Nadie se movía de sus lugares, definitivamente los niños se habían robado el espectáculo.

   Como dueños absolutos del escenario, no desaprovecharon para enfatizar su origen y su demanda principal: “Los que le cantamos somos de una escuela de nueva creación; no tenemos aulas, hay disposición. Para progresar lucharemos siempre por la educación, buscando hallar el apoyo, del jefe de la nación”. 

   El mandatario suspiraba, era evidente que la singular forma de pedir lo tenía conmovido. “Se escucha una voz (se escucha una voz), los niños decir (los niños decir): A mi presidente le voy a pedir, que hasta mi colonia (que hasta mi colonia), que es la Vistahermosa (que es la Vistahermosa), mi escuela haga construir”.

   “Para despedirnos, señor presidente, cantando diré, lo que dice Valles y el país también: Nunca un presidente tomó decisiones como lo hizo usted, siempre implantando justicia y progreso por doquier”. En algunos rostros las lágrimas empezaba a asomarse. 

   El mismo Salinas de Gortari jamás lo olvidaría: “Me pidieron en su canción que visitara la Vistahermosa, eso decía la letra, que conociera lo que era necesidad y para lo que había voluntad, me llegó muy adentro esas palabras y esa canción, esa voluntad de sus maestros y esa ilusión de los niños”. 

   Por si fuera poco, el grupo de niños rematarían con sus estrofas de la parte final: “Ya le digo adiós (ya le digo adiós), nunca olvidaré (nunca olvidaré), que hoy le cantamos a usted, y con mucho afán (y con mucho afán), digo sin cesar (digo sin cesar) viva Solidaridad”. 

 LA GESTACIÓN DEL SUEÑO

Era obvio que ya nada iba a ser como antes.   Irónicamente, el mismo contingente que unas cuantas horas atrás había pedido “aventón” al centro, retornaba en lujosos vehículos de funcionarios, cuyos propietarios se disputaban el derecho de transportarlos de regreso a la "Vistahermosa"; al frente de la caravana, una patrulla de la Policía Federal de Caminos les escoltaba.     

   "Y la mañana siguiente, fuera de programa, vine a la Vistahermosa, y encontré que ellos le llamaban escuela, a un lugar con paredes que antes había sido un tugurio”, describiría emocionado, en sus propias palabras -en posterior discurso- el mandatario mexicano. 

   “Y en el piso había unos bloques de concreto donde los niños imaginaban un mesa banco, y en la pared pintada en verde un lugar donde el maestro imaginaba el pizarrón; y ellos tenían ojos de ilusión, querían progresar, y ellos sabían que con la voluntad de  su maestro, lo podían hacer".  

   Si en unos cuantos momentos se habían vuelto importantes ¿qué decir del resto de las semanas y los meses? Posterior a la asistencia del presidente al antiguo antro "Brasilia", convertido ya en la escuela "Romero Flores" (que albergaba a 225 alumnos dentro del ciclo escolar 90- 91), la Secretaría de Desarrollo Social efectuó los estudios necesarios. 

   El 17 de septiembre de 1990, (el entonces funcionario) Manuel Medellín Milán, colocaba la primera piedra en un terreno de 5 mil metros donde inicialmente sería un campo de fútbol, pero que fue permutado con los deportistas de la colonia para evitar que el plantel se edificara en un declive que mostraba el lote inicialmente donado. 

   En noviembre de 1990, el profesor Juan Gómez asistió a la salutación presidencial en ocasión del segundo informe. ¿Cómo va la escuela?, preguntó el entonces jefe del gobierno mexicano. "Ahí la llevamos", respondió el maestro. "Bueno, pues nos vemos el año que entra para inaugurárselas, es un compromiso", ofrecería Salinas. 

 AL FIN, EL ANHELO CUMPLIDO

 A las cuatro de la tarde del cuarto día del cuarto mes del año 1991, media docena de helicópteros había aterrizado en un campo contiguo a la escuela recién construida. Era la fecha de la inauguración de la (nueva) "Jesús Romero Flores", el momento del "Anhelo cumplido".

   “Por el anhelo cumplido, nos llenamos de emoción, al ver nuestra nueva escuela, sentimos satisfacción”. Y ése fue el título que le pusieron a la canción de agradecimiento entonada a Salinas de Gortari; ya eran otros niños en el coro, otra guitarra, y hasta un acordeón nuevo. 

   “Por eso hoy he regresado a Ciudad Valles, a que aquí seamos testigos de lo que es Solidaridad, el poder hacer realidad el sueño que puede ser el mayor para una familia, para una colonia, para una comunidad". Señalaría tras el micrófono el jefe del ejecutivo mexicano.

 UNA BIBLIOTECA Y UN CAMIONCITO

Meses después, al cantarle en la despedida de una gira en San Luis Potosí, el presidente de México prometió el 4 de julio de 1994 en Soledad de Graciano Sánchez, una biblioteca y un camioncito. El 19 de septiembre, minutos antes de inaugurar el Centro Cultural de la Huasteca, Salinas de Gortari entregaba las llaves del vehículo. 

   Por todos esos detalles en beneficio del plantel, allá en la "Vistahermosa", el "profe" Juan, su esposa María Isabel, sus hijos Hugo, Juan José y Edna, y hasta sus vecinos, a pesar de lo sucedido en los últimos años dentro de la política mexicana, no podrían cambiar jamás la imagen del -señor- expresidente Salinas. 

 MARCÓ A TODA UNA GENERACIÓN

Mara Jocabed Reséndiz Zúñiga tiene cuarenta y cinco años de edad, casada, y con una hija de catorce años; se traslada tres décadas atrás, a una fecha “que nos marcó mucho a todos los niños de aquel entonces, yo tenía once años y aún lo recuerdo, cursaba el sexto grado, el profesor Juan Gómez era mi maestro, nos encantaba cantar, (y) cuando el maestro nos dijo que ensayaríamos una canción para nuestro Presidente no lo podíamos creer”.

   “Nos llenamos de mucha emoción y poníamos todo nuestro esfuerzo e interés en aprendernos la canción; cuando llegamos a la Presidencia, con dificultades, y nos dijeron que no íbamos a poder cantar, algunos niños lloramos, y nos sentíamos impotentes; queríamos hacer de todo para poder ser escuchados por el Presidente. Cuando él por fin nos escuchó, nos sentíamos grandes, y más cuando nos dijeron que estaría con nosotros en la colonia Vistahermosa”, rememora.

   “Nos pusimos nuestras mejores ropas, y los zapatos aunque viejos, (iban) bien boleaditos; me tocó saludar al Presidente, recuerdo que no quería ni lavarme las manos. Después de pasar penurias en esa escuela, que ni pupitres teníamos, pero nuestras ganas de estudiar eran muchas; y cuando supimos que nos construirían nuestra escuela, nos pusimos muy contentos, fui de la primera generación en la ‘Jesús Romero Flores’; mi hija estudió ahí”, comenta quien fuera una de las niñas cantoras.

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